Oficialmente, David Cameron
le ha declarado la guerra a la evasión fiscal
en
el marco de su presidencia del Grupo de los Ocho en el 2013. En
apoyo de esta c
ruzada, el primer ministro británico destaca la reciente
firma de un intercambio de
datos fiscales entre el Reino Unido, por un
lado, Suiza, las islas anglo-normandas
y la Isla de Man, por el otro.
Pero
en la realidad, la City puede ser considerada como
el más grande
paraíso fiscal del mundo.
La primera plaza financiera de Europa es, por cierto,
una plaza
financiera “onshore” (localizada). Pero se halla en el centro de una
tela
de araña de paraísos fiscales “offshore” (extraterritoriales),
territorios de la Corona
o ex colonias, con nombres que se convirtieron
en sinónimos en la historia de las
finanzas en las sombras: Islas
Caimán, islas anglo-normandas, Isla de Man, Islas
Vírgenes británicas,
Gibraltar, las Bermudas, Hong Kong, Irlanda, Dubai…
Lugares que sirven
además como
molinetes de capitales que aprovisionan al polo
londinense de activos líquidos. El dinero recolectado es manejado por
las entidades
financieras instaladas en la capital británica.
Gracias a sus centros offshore
de tránsito,
la City pudo beneficiarse con los
petrodólares de Cercano Oriente, así
como con los fondos de oligarcas rusos,
de armadores griegos, de
empresarios indios y chinos, o, más recientemente, de
los ricos del sur
de Europa que huyen de la crisis del euro.
Para proteger su
preeminencia en las finanzas offshore, la City cuenta con tres
ventajas
clave. Primero, el formidable poder de la City of London Corporation,
la
autoridad administrativa de la City. El poderío de ese Estado dentro
del Estado,
autónomo frente al gobierno central, está a la altura de su
fortuna y de sus contactos.
Luego, la City puede contar
con la experiencia de un ejército de abogados y contadores
para
elaborar las estructuras financieras offshore que protegen el dinero del
alcance
del fisco.
Con la ayuda de esa red, la gestión
alternativa –hedge funds (fondos especulativos),
capital de riesgo y
demás–, cuyo centro en el continente europeo es Londres,
dispone de
entidades adecuadas, llamadas
vehículos especiales de inversión,
cáscaras vacías que permiten minimizar el impuesto.
La constitución de otra especialidad británica, los
trusts,
estructuras cuyo beneficiario
es desconocido, administrados por un
estudio jurídico o de auditoría ubicado en un
paraíso fiscal, borra las
pistas permitiendo disimular los activos. Jersey, Guernesey y
las Islas
Caimán son el reino de esas entidades a la vez legales, virtuales e
impenetrables.
Finalmente, los paraísos fiscales británicos pueden contar con la discreción de la
prensa londinense.
Fuente: Clarín